sábado, 26 de marzo de 2011
EN EL SUPERMERCADO.
Una viejita va al supermercado y pone en su canasta las latas más caras de comida para gatos. Ya en la caja, le dice a la cajera:
Yo sólo compro lo mejor para mi gatito.
La cajera le responde:
Lo siento, pero no podemos venderle comida para gatos sin que compruebe que tiene un gato. Muchos ancianos compran comida para gatos y luego, por necesidad, ellos mismos se la comen. La gerencia necesita una prueba de que realmente usted tiene un gato.
La anciana se va a su casa, toma a su gato, lo mete en un maletín y regresa al supermercado para comprobarlo. Le venden las latas.
El dia siguiente, la misma viejita va al súper y compra 12 galletas para perro. La cajera le exige la prueba de que tiene un perro, aduciendo que muchos ancianos llegan a comerse la comida para perros. Frustrada, la viejita va a su casa y regresa con su perro; al fin, le venden las dichosas galletas.
Un día después la señora regresa al súper, y lleva una pequeña caja con un hueco en la tapa. Al entrar, se acerca a la cajera y le pide que meta un dedo en el hueco de la tapa. La cajera dice:
No... quizá usted tenga ahí una serpiente.
La anciana le asegura que en la caja no hay algo que muerda. Entonces, la cajera mete el dedo... e inmediatamente lo retira y le grita a la viejita:
¡Aj, esto es excremento!
La viejita, con una sonrisa de oreja a oreja, le dice a la cajera:
Es cierto, querida. Y ahora... ¿puedo comprar cuatro rollos de papel higiénico ?
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