martes, 22 de marzo de 2011

A MI HIJO.


Hijo mío, hace poco abriendo el libro de mis recuerdos, encontré una carta que para ti escribí, antes de conocerte, antes de hacer realidad mi sueño de adolescente.
En aquel entonces te materialicé para escribirte estos deseos, y hoy que estás conmigo, no he dudado en volver a escribirte.

Cuando pensé en ti, sembré un árbol con la intención de que juntos nos cobijáramos bajo su sombra refrescante y platicáramos sobre tus triunfos y derrotas.

Cuídate del mañana, está lleno de promesas.

Aún cuando se afirme que el mañana no existe y que solo es fantasía, a pesar de todo, siempre habrá un mañana en tu vida y probablemente esté lleno de engaños, de mentiras, falsedades, intrigas, maldades, desengaños y traiciones.

Mientras tanto, disfruta de tu presente, de tu mundo de inocencia y candor.

Si el creador te permite crecer, entenderás la diferencia entre lo bueno y lo malo, entonces comprenderás los errores de mi vida.

Da gracias a Dios, porque cada día te permite arrancar una hoja al calendario de tu vida, esto fortalecerá tu espíritu y estarás en comunión con EL. Nunca acuses, ni señales al azar.

Practica exámenes de conciencia, así, tendrás menos posibilidades de castigar a inocentes o de liberar a los culpables.

Cuando alguien deposité en ti una semilla, abrígala, aliméntala, dale calor.

De esa forma, quien en tu ser la haya depositado, estará seguro de cosechar lo que sembró.

Además pequeño mío, no defraudes a los tuyos para que no te sientas defraudado.

Recuerda que la gratitud, el respeto, el cariño, la nobleza, la sencillez y la humildad, son los valores más sagrados que todo hombre debe conservar.

Escucha la voz de la experiencia, muchos tendrán algo que contarte, esto te permitirá analizar los errores y tendrás más posibilidades de triunfar.

Hoy no eres más que un débil pajarillo. Cuidaremos de tus alas, para que cuando surques el horizonte de la vida, ninguna tempestad borracha de aire juegue contigo.

Algún día recorrerás el mundo y estarás preparado para enfrentarlo, con valentía y decisión.

Así pequeño mío, cuando contemples en el cielo a los pajarillos, cuando siempre los veas volar, recuerda que cuando eran unos indefensos polluelitos, sus padres los enseñaron a volar…

Cariñosamente, tu padre, tu amigo, tu... todo.

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